¿Equilibrio?
No voy a hablar de el.
No voy a hacer mención a sus hoyuelos, ni a sus imperfecciones, esas que se tapaba intentando ocultar.
Y qué tonto era y cuantísimo lo amé.
El caso es que no hablaré de su risa nerviosa. De cuando se alteraba al explicar algo y le salían las palabras todas amontonadas. De cuando caminaba mientras llovía, sin importarle que su tenis se empaparan. De cuando miraba a los gatos negros fijamente porque no le tenía miedo a la mala suerte, y era, en cierto modo, porque el era la mala suerte personificada.
Y yo... como siempre me enamoré del caos, del desastre y del vacío de su alma. Me enamoré de el porque veía algo que no había visto en nadie más; dolor e ilusión, locura y cordura, caos y orden, cielo e infierno, Satán y Dios, prisa y calma.
¿Equilibrio?
El se reía de las leyes de la física. Blanco o negro, no existían grises en su rutina, el era el negro más espeso y el blanco mas esplendoroso.
El era mi vida.
El era mi muerte.